Aunque reconoce que apenas cocina, a Beatriz Munsuri, como buena bilbaína que es, le encanta comer. Y beber, que para ella va, indiscutiblemente, unido a comer. Fan de la materia prima de calidad, le gusta salir y conocer nuevos restaurantes. Además le encanta el diseño, el arte y la moda, el mar Cantábrico y la montaña, el cine y la lectura y, sobre todo, aprender. En Dehesa del Carrizal se ocupa del desarrollo de la expansión internacional en algunos mercados (continente americano, Rusia, repúblicas bálticas) y es responsable de las ventas en España, además de colaborar en el desarrollo la estrategia de Marketing de la bodega.

¿Se acuerda de la primera vez que probó el vino? 

En mi casa siempre se ha bebido vino. Mi abuela era de Haro y siempre se guardaban los mejores vinos para abrirlos cuando ella venía a casa. A partir de los 13 o 14 años a los niños nos daban una copita de vino en las comidas familiares. Era, literalmente, un rito de iniciación. Ya eras mayor. 

¿Cuándo decidió dedicarse profesionalmente a este sector?

Nunca fue una decisión consciente. Estudié Biología y me especialicé en Genética y Biotecnología, pero no me gustaba el laboratorio. Así que me apunté a las becas ICEX, porque hablaba inglés y alemán, me gustaba viajar, y pensaba que podría encajar mejor en un entorno empresarial. Me becaron para realizar un Master en International Management y después me enviaron a trabajar a la Oficina Económica y Comercial de España en Düsseldorf. Como tenía formación técnica, me destinaron a un departamento de vinos y alimentación. ¡Y me fascinó!

¿Por qué?

Porque el vino siempre es diferente. Aunque sea el mismo vino, nunca es igual. No hay dos momentos iguales alrededor de un vino.

¿Recuerda su primer día de trabajo en Dehesa del Carrizal?

Yo conocí a Miguel Ángel hace algunos años, siendo él ya enólogo de Dehesa del Carrizal. Los dos formábamos parte de un grupo, principalmente de enólogos, aunque había algunos ‘adheridos’ como yo, que visitábamos bodegas en un fin de semana un par de veces al año. Y estuvimos, entre otras, en Carrizal. Visitamos la bodega y catamos todos los vinos. Años después, el primer día que llegué a la finca para incorporarme al equipo, Miguel me preguntó si me acordaba de lo que había dicho aquel día catando los vinos. Tengo una memoria horrorosa y por supuesto no me acordaba. Entonces él me dijo: aquel día dijiste “ojalá yo vendiese estos vinos”. 

Debido a su trabajo viaja constantemente a diferentes países. ¿En cuál de ellos se tiene mejor consideración de los vinos españoles?

Es una pregunta complicada, porque hay dos niveles de ‘conocimiento’. En los ámbitos más profesionales se reconoce la diversidad, la calidad y la honestidad de los vinos españoles y, creo, que esto es internacionalmente reconocido. No creo que sea más obvio en unos países que otros. Si bajamos un nivel, y llegamos a niveles de consumidor final, es donde aparecen las diferencias. En este nivel creo que Alemania, Suiza y Estados Unidos, quizá, son algunos de los mercados en los que más se aprecia el vino español. 

¿Cuesta vender el concepto de Vino de Pago en el extranjero? ¿Y en España?

El concepto de Vino de Pago es, aún, poco conocido tanto en España como en el extranjero. Sin embargo, cuando se explica correctamente, facilita las ventas. Al final, no es más que el reconocimiento de la singularidad de un vino. Tanto en España como en el resto del mundo hay un sector amplio que está muy interesado en el concepto de diversidad, de singularidad, en encontrar un vino que se relaciona directa e inequívocamente con un lugar determinado y, exclusivamente, con este lugar. Que, si se elaborase 500 metros más al norte, sería un vino diferente. 

Si tuviese que definir el concepto de Vino de Pago con una palabra, ¿cuál sería?

No puedo utilizar una, necesito dos: único y singular. Cada vino es único, y hay muchos vinos singulares, pero cuando se unen los dos conceptos, obtienes lo que, para mí, debería ser un Vino de Pago.  

¿Y si tuviera que definir Dehesa del Carrizal?

Dehesa del Carrizal no tiene definición. Tienes que venir y ver los Montes, la finca, el Parque, nuestro suelo, la berrea en Septiembre, el rocío por la mañana, el pueblo de Retuerta, el tasajo, la gente que hace posible que elaboremos nuestros vinos, comer en el Boquerón de Lola y Julio… Yo puedo contarte muchas cosas de nuestra bodega, de nuestros vinos, de nuestro entorno, pero la definición más perfecta es la sensación que produce estar en la finca. Y esto es indescriptible. Esa sensación es Dehesa del Carrizal. Cuando estás aquí, entiendes quiénes somos y lo que hacemos. Y, de repente, todo tiene sentido.

¿Cuál su vino Dehesa del Carrizal favorito?

Si tengo que elegir uno para mí, personalmente, me quedo con un Chardonnay de una añada un poco más antigua. Como soy más de tinto que de blanco, me gusta mucho que desaparezcan los aromas más frescos y que aparezcan unos tonos un poco más reducidos, que el vino gane estructura, sedosidad, lo que los americanos llaman “mantequilla” en boca, que te envuelva todo el paladar, que aparezca esa amplitud tan fantástica, que se note más la madera, la vainilla… ¡Me encanta!

Y, para compartir, un Colección Privada. Creo que Colección Privada es la mejor definición de Dehesa del Carrizal. Todo lo que somos capaces de hacer, el reflejo de nuestra tierra, de nuestra finca, del terruño, del cuidado y el amor que ponemos en cada botella que elaboramos está dentro de Colección Privada.

¿Qué tipo de gastronomía prefiere?

Yo soy de “materia prima”. Me gusta que se note el producto, no soy de artificios, no me gustan las salsas que ‘tapan’, ni las composiciones en las que no se identifica ningún sabor. Me gusta la autenticidad y la honestidad en la comida. De todas maneras, soy bastante loca de la gastronomía. Me encanta comer, probar y disfruto muchísimo alrededor de una mesa.

¿Cuál es su ciudad favorita?

No puedo elegir una. ¡Hay ciudades a las que no me canso de volver! Haría un ‘pentágono’ en el que pondría París, Londres, Nueva York, Hong-Kong y un núcleo Bilbao-San Sebastián.

Propónganos una ciudad, un restaurante de esa ciudad, un plato y un vino.

Voy a hacer patria y me quedo con el núcleo Bilbao -  San Sebastián. 

Restaurante: Acabo de descubrir el Saltxipi en San Sebastian… ¡y me he enamorado!  

Plato: Kokotxas con almejas. Uno de mis platos favoritos en el mundo que, por mucho que pruebo y descubro, sigue estando en el número uno. ¡Insuperable!

Vino: Txakoli de Bizkaia. También he descubierto hace relativamente poco tiempo una bodega pequeñita, Gorka Izaguirre. Hacen un txakoli increíble, fresco, redondo, que cambia totalmente de la primera a la última copa.