Quizás mucha gente no tenga en cuenta que una vez que el vino se ha embotellado, el enólogo ya no puede intervenir más en su elaboración, y es precisamente ahí donde radica la importancia del embotellado. Estamos ante el último paso antes de que el producto llegue al consumidor. 

Como bien se sabe, cuando se han determinado los diferentes ensamblajes, el vino pasa a los depósitos donde se preparan con una filtración ligera que garantice la limpieza del vino durante sus años en botella. Es probable que mucho os hayáis dado cuenta de que a veces en nuestros vinos pueden aparecer posos naturales por el paso de los años. Esto se debe a que en nuestra bodega realizamos este tratamiento de manera suave. Los sedimentos que se puedan encontrar son síntomas de la calidad de nuestros vinos.

A la hora del embotellado hay que tener en cuenta siempre tres factores: la higiene, el control del material y el ritmo constante. Estos tres factores garantizarán el correcto desarrollo del proceso. Como es evidente, la higiene es fundamental y han de ser observados con exquisita rigurosidad y manteniendo siempre una elevada frecuencia de lavado. Por otro lado, el control del material (todo aquello que quede en contacto con el vino:botellas, corchos…) tiene que ser exhaustivo. En Dehesa del Carrizal contamos con unos proveedores de tapones de corchos que mantienen unos parámetros de densidad y elasticidad que se revisan periódicamente para garantizar que la velocidad de evolución del vino es homogénea en cada botella. Nuestra clave es mantener esa uniformidad en los materiales de contacto con el vino para asegurar la correcta calidad de los mismos.

Por último, la embotelladora tiene que trabajar con un ritmo constante y que se adecúe a su capacidad para evitar interrupciones en el proceso y esto provoque que repercuta en los tiempos de embotellado y por ende, perjudicar la calidad del vino.