Han nacido después de 1980, se llaman millennials y beben vino. Y, además de beber vino, están cambiando la industria del vino. Al menos, así lo afirman voces autorizadas dentro del sector. Mel Dick, vicepresidente del primer distribuidor de vino de Estados Unidos, Southern Wine and Spirits of America, apunta a los millennials como el principal público a satisfacer en los próximos años. Y, sólo en Estados Unidos, son 77 millones de consumidores. Para David Trone, director de Total Wine and More, los millennials están empezando a influir en las decisiones de las bodegas: todas quieren captarlos.

La gran pregunta es: ¿qué vino demanda un millennial? No es una pregunta fácil de responder, pero sí existen unas pautas generales que la industria ha detectado. Un millennial busca fundamentalmente lo mejor, pero priorizando entre calidad y precio. Además, le gusta innovar y probar nuevas experiencias, que en seguida transmitirá a sus amigos, tanto si es una experiencia positiva como si es negativa. Todo esto, trasladado al mundo del vino se traduce en que los millennials quieren, fundamentalmente, buen vino a buen precio, sin importarles demasiado variedades o procedencias.

Ahondando un poco más, prefieren sabores jóvenes y frutales, y valoran mucho, además de la calidad y el precio, que sean fáciles de encontrar y adquirir. Este punto es básico para ellos. Hay que tener en cuenta que es una generación que se comunica a través del Smartphone y que, cada vez más, también compra a través de él. Un millenial, además, se fía mucho de lo que le dicen sus amigos (o terceras personas) en redes sociales, foros y blogs.

El proceso puede ser el siguiente: mira el móvil y descubre que alguien ha subido una foto a Facebook tomando una copa de vino con un comentario positivo, busca la marca de vino, accede a la tienda online, decide... y compra. Y todo esto en el rato que está esperando a que llegue el vagón del metro. Un comportamiento que la industria del vino está teniendo muy en cuenta.