Una de las zonas naturales con mayor personalidad de la Península Ibérica son los Montes de Toledo, una formación cuarcítica que, a lo largo de 350 kilómetros separa las cuencas del Tajo y del Guadiana y que destaca por su diversidad de flora y fauna.

Entre las provincias de Toledo y Ciudad Real se ubica el que quizás es el mejor exponente del monte mediterráneo dentro de la red de parques nacionales de España: el Parque Nacional de Cabañeros. Este espacio protegido constituye una verdadera joya natural por sus peculiaridades geológicas, botánicas y faunísticas.

Especies amenazadas como el águila imperial ibérica, el buitre negro o el lince ibérico, además de una importantísima población de ciervos, gamos o corzos, han encontrado en el parque Nacional de Cabañeros su hábitat ideal: una extensión de 42.000 hectáreas en las que conviven especies botánicas mediterráneas como la encina, el alcornoque o el quejigo con otras más propias del bosque atlántico (helechos, acebos o tejos) o del bosque de ribera (fresnos y abedules). La diversidad botánica es tan alta que incluso se encuentran paisajes únicos como son los bohonales o trampales, clasificados como hábitat de protección especial por las especies que allí se encuentran y entre las que destacan poblaciones de plantas carnívoras como es la atrapamoscas (Drosera rotundifolia).

El resultado de esta caprichosa mezcla de flora y fauna es un paraje espectacular que invita al viajero a recorrer sus sendas, admirar sus paisajes y detenerse en los pueblos que jalonan Cabañeros para disfrutar de su excelente gastronomía y, cómo no, catar alguno de los caldos (link a nuestros vinos) que esta tierra ofrece y que, debido a sus peculiaridades de clima y suelo, los hacen excepcionales.

Para dormir en la zona existe una muy buena oferta de alojamientos rurales, hoteles, cabañas o campings y también hay numerosas opciones de turismo activo y de aventura, tanto en el propio Parque Nacional de Cabañeros como en rutas combinadas que incluyen los espacios naturales cercanos de las Lagunas de Ruidera o las Tablas de Daimiel.