La respuesta es muy sencilla, la fermentación maloláctica. Después de la época de vendimia, el siguiente paso es trabajar en la bodega. Hacia el mes de noviembre y después de haber recogido toda la uva, da comienzo la fermentación maloláctica en los tintos Syrah, Cabernet Sauvignon, Petit Verdot, MV y Colección Privada.
Después de un tiempo como de unos quince días de maceración en los depósitos de la bodega, la uva recogida se convierte en vino gracias a la FA, o lo que es lo mismo, la fermentación alcohólica, que se prensa para poder obtener de ahí el vino del año.
Sin embargo, lo que no mucha gente sabe es que, para que el vino se conserve biológicamente estable, tiene que ser sometido al proceso de fermentación maloláctica, cuyas siglas son FML. Esto consiste en que el ácido málico se convierte en ácido láctico gracias a una bacteria específica y natural que se da en el vino.
Como en muchas otros pasos en la elaboración del vino, su temperatura es fundamental para que todo el proceso se realice correctamente. El vino ha de ser mantenido a una temperatura entre 20 y 22ºC y realizar un seguimiento exhaustivo de la degradación del ácido málico con análisis constantes, para que sepamos permanentemente los niveles crecientes de ácido láctico. Cuando este proceso termina el vino gana suavidad y redondez en cata, volviéndose más agradable.
Este proceso es tan importante, que en nuestra bodega el 40% de la fermentación maloláctica (FML) se realiza en barricas nuevas, y el 60% restantes en tinos de madera y depósitos de hormigón. ¿Quieres conocer más sobre nuestra bodega? ¡No dudes en preguntarnos o en visitarnos!
Introduce tu email para recibir información periódica.