La vendimia 2015 ha sido el resultado de un año interesante a nivel climático, con temperaturas muy elevadas en julio pero mucho más frescas en agosto, lo que influyó en la maduración de la fruta, que ha mantenido un muy buen equilibro entre los parámetros bioquímicos y gustativos. Una primera valoración de la uva en el momento de la recogida invita a pensar que permitirá la elaboración de grandes vinos.

Cada año, cada vendimia, es diferente. Este ciclo vegetativo comenzó en fechas similares a la media mantenida en Dehesa del Carrizal en los últimos diez años. Si bien la brotación siguió un curso normal, una primavera más calurosa de lo habitual aceleró el ciclo.

En julio, las elevadas temperaturas, llegando a alcanzarse máximas de 35ºC, afectaron al crecimiento de la planta en términos fisiológicos, que se ralentizó. Ello produjo que todo el adelanto del ciclo experimentado hasta junio se perdiese. Afortunadamente, a partir de la segunda quincena de agosto las temperaturas se suavizaron, alargándose el proceso de maduración de la uva.

Finalmente, el punto óptimo de maduración se alcanzó unos pocos días de lo habitual en los últimos años, presentando la fruta unos parámetros bioquímicos excelentes. A finales de agosto comenzó la vendimia de la variedad Chardonnay, que se realizó en dos tandas para vendimiar cada parcela en su punto justo de maduración. A partir del 15 de septiembre, se retomaron los trabajos de recogida en las parcelas de las variedades tintas Merlot, Tempranillo y la mayor parte de Syrah. Las últimas parcelas en vendimiarse han sido Petit Verdot, algunas cepas de Syrah que precisaban algo más tiempo y Cabernet Sauvignon.

Tras una vendimia tan interesante y peculiar, ahora hay que trabajar mucho y muy duro en bodega para obtener vinos singulares, capaces de transmitir nuestro terroir. Será, como cada año, una tarea complicada, pero ya hemos dado el primer paso indispensable para elaborar vinos de la máxima calidad: conseguir uvas de la máxima calidad.