Trucos para que compongas armonías propias entre tus platos y vinos favoritos
Maridar significa “hacer que dos cosas diferentes se correspondan o se adapten entre sí”. En el caso de los vinos, maridar no es difícil pero requiere conocer algunos principios elementales. En cuanto los conozcas, podrás componer tus propias armonías entre platos y vinos. Allá van unos consejos:
Tu gusto manda. Es la primera norma que debes tener clara. Es tu experiencia y tú diriges. Confía en tu forma de entender la gastronomía y la forma en la que disfrutas del vino. A la hora de maridar, elige aquellos vinos que te guste beber solos, que tengan la suficiente personalidad para ser degustados por sí mismos. Después, trata de descubrir qué experiencia te ofrecerían al combinar con tus platos preferidos... ¿te das cuenta? ¡Ya estás empezando a maridar vino!
No es un plato + un vino: Es un menú. No se trata de acoplar los sabores de un determinado plato a un vino concreto. Se trata de crear un menú completo en donde hay muchos platos y muchos vinos. Y la secuencia de todos ellos debe ofrecer una experiencia global lo más agradable posible. A veces, dos excelentes armonías de vino y plato independiente ofrecen un muy mal menú. A la hora de maridar, piensa en el resultado global. Por ejemplo, no debe servirse un vino con mucho cuerpo antes de uno ligero. Ambos pueden ser excelentes, pero es importante que el primero no deje al segundo como un vino insípido. Por norma general, hay que servir primero los rosados o blancos, seguidos de tintos jóvenes, tintos maduros y, finalmente, servir en el postre vinos generosos o dulces.
Peso, equilibrio, asociación y contraste. Son los cuatro elementos que debes tener en cuenta a la hora de preparar tus armonías. El peso de un alimento lo determinan diferentes factores (materia grasa, facilidad para su digestión, intensidad de sabor) pero es muy intuitivo: pesan más unas albóndigas que una ensalada. En los vinos, su peso lo dictan el contenido en alcohol, la concentración de taninos, la variedad y el tiempo de maduración. El truco para conseguir buenas armonías es lograr equilibrio entre platos y vinos. Piensa en una balanza: el peso del plato y el del vino deben ser similares. Por ejemplo, nuestro Syrah es afrutado, de cuerpo medio pero goloso y taninos suaves, se combina bien con una carne roja asada. Sin embargo el Cabernet Sauvignon, más fuerte y con taninos más presentes, permite combinarlo con un guiso de carne con más peso.
Otro concepto que debes conocer es el de asociación/contraste. Juega con dos tipos de combinaciones: plato y vino se complementan o plato y vino contrastan. Platos ligeros con vinos frescos sería una combinación por asociación. Quesos muy fuertes con vinos dulces, una armonía por contraste. Otro ejemplo de contraste: nuestro Colección Privada, sobre todo si ya tiene cuatro o cinco años de botella, combina perfectamente con postres de chocolate tipo tarta o brownies.
¿Qué tipo de armonía es mejor? Aquí volvemos al primer consejo: tu gusto es el que manda.
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